SECRETO DE
CONFESIÓN
- -Ave María Purísima.
- -Sin pecado concebida. Dime, hijo, ¿de qué te acusas?
- -Bueno padre… no me gusta acusar… no creo que esté bien…
- -¿Qué vienes a confesar, entonces, hijo?
- - Verá. Confieso que no creo en la confesión.
- -¿Cómo dices?
- -Que no creo en la confesión, padre, que no creo.
- -¿Qué no crees? Pero si lo estás haciendo ahora mismo, hijo…
- -¿Usted se confiesa, padre?
- - ¡Hijo mío! Todos debemos confesarnos ante Dios Todopoderoso.
- -No, no. No me refiero a ese tipo de confesión, ya sabe… la otra… ¿usted
se confiesa con otro sacerdote? Dígamelo, padre.
- -Hijo… ¿a qué viene todo esto…?
- - ¿Usted se confiesa?
- -Claro que me confieso, hijo.
- -¿Con quién?
- -Ante Dios Nuestro Señor.
- -O sea que no se confiesa con otro cura, vamos…
- -Lo que he dicho es que…
- -¿Siente placer cuando se confiesa, padre?
- -Todos debemos humildad al Creador por nuestros pecados.
- -Ya, ya… O sea que peca… Y… ¿cuántas veces?
- -Mira, hijo, creo que te estás equivocando…
- - Claro que me equivoco, debería seguir su ejemplo y confesarme con
Dios, no con usted, un… pecador potencial.
- -¿Pecador potencial, yo? ¿Pero qué barbaridades estás diciendo,
hijo mío?
- - Me acaba de decir que se confiesa, y si se confiesa, es que peca,
y si peca es que es un pecador. A ver… ¿cómo sé yo que no me estoy confesando con
un pecador?
- - Pero… ¿qué estás diciendo?
- - ¿Se ha confesado ya, padre, para poderme confesar a mí? Porque
mucho ponte, ponte de rodillas pero garantías de estar limpito de pecado me
ofrece pocas, ¿no?
- - Estás pecando de soberbia y orgullo, hijo, recuerda que Nuestro
Señor te está escuchando.
- - Padre… me está insultando… está insultando al prójimo. ¡Ya tiene
que confesarse!
- - ¡Yo no me tengo que confesar de nada!
- - O sea que reconoce que no se confiesa… Ya me parecía a mí… si al
final voy a tener razón…
- -Estás pecando, hijo, estás pecando ante Dios con tu actitud en su
propia casa.
- -¿Ante Dios? No me diga que ahora se cree Dios, padre… ¿Cómo me
dijo que se llamaba…? ¿Soberbia?
- -Mira hijo, vamos a dejarlo…, vamos a dejarlo…
- - Ni se confiesa ni quiere confesar… Dejadez de funciones e
incumplimiento de contrato… ¿a quién tengo que poner la reclamación? ¿Tienen
libro de reclamaciones?
- - ¡El único libro que a ti te hace falta es la Biblia!
- - O sea que no tienen libro de reclamaciones… No, si ya me lo
imaginaba yo… Se pasan siglos vendiendo cielos, infiernos, pecados y
padrenuestros sin periodo de garantía y sin derecho a reclamar… ¿Lo sabe la
OCU?
- - ¡Sal inmediatamente de aquí ahora mismo!
- - ¡Pero si no es su casa! Es la casa de Dios, hace un instante me lo
acaba de decir. No puede echarme de una casa que no es la suya. Por cierto…
¿pagan el IBI? Si es de Dios, supongo que no, ¿no?
- - ¡Eres un descerebrado! Y te conozco… te he reconocido… ¡Vaya que
si te he reconocido…! Esta misma tarde hablaré de esto con tu mujer y tu
familia…
- -¿También va a infringir el secreto de confesión, padre? Por Dios,
por Dios… se va a pasar usted confesándose tres meses y medio…
- - ¡Será….!
- - No, no se levante, padre, no hace falta, ya me voy yo que me ha
hecho perder demasiado tiempo y paciencia… ¡Ah! ¡Y no olvide confesarse también el taco que
acaba de soltar…! Quede con Dios.